lunes, 20 de septiembre de 2010

TNT - Memoria de un (des)concierto

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Son las cinco de la mañana. Acabo de llegar a casa. Creo que escribo esto para mí mismo, puesto que mi editor de textos no funciona y tengo que anotar este día como sea como una especie de diario...

Joder... Hoy he visto la primera riada de mi vida en directo, absoluto directo. No he visto coches arrastrados por las corrientes ni nada de eso, ni (creo) ha habido muertos, pero he presenciado un "viaje" alucinante. Pensándolo todo, a toro pasado, todo parece más simple, pero ahora me resulta enigmático.

Hechos: Hoy, nuestra banda, TNT, tocaba en Chirivel, un pueblo de Almería (que yo creía que estaba al lado del mar y por eso eché bañador, toalla y crema solar, pensando que tocaríamos esta noche y que mañana por la mañana podría estar dándome un bañito en la playa y en lo que, en mi ilusión sería la primera vez que veo el mar este año). Estábamos bastante ilusionados con este bolo: 25.000 watios de sonido, concierto al aire libre en un paraje natural, un pueblo de 1.800 habitantes, cervezas baratísimas, comida baratísima, mujeres en fiesta, un sitio bastante acogedor.

Ayer tuve un presentimiento (ahora lo llamo así) cuando ví en mi escaleta de noticias que llegan al minuto a mi ordenador que la provincia de Almería elevaba la alarma de riesgo de tormentas de amarillo, que es una tormenta de puta madre, a naranja, que es una tormenta de la hostia. Llamé a Ángel, nuestro bajista y el tío que se encarga de casi de todo en la banda. Es el jefe desde que nació TNT. De hecho, él fundó TNT. La conversación fue más o menos:

Ayer/Yo/Llamando: "Angelín, ¿Sigue adelante lo de mañana en Chirivel? Me están llegando teletipos por todas partes de que en Granada, Córdoba, Jaén y Almería va a ser una cosa de la hostia."

Ángel: "Tío, pues no sé, pero desde la agencia (nuestros mánagers) nos dicen que vamos p'alante, que esto es cosa de horas y que va a caer lo más grande, pero allí no".

Yo: "Pues no sé. Aquí llueven teletipos a mansalva sobre un sitio y otro. ¿Suspendemos o seguimos adelante?"
Ángel: "Dame unos minutos y te llamo".

Un par de minutos después, me llama: "Seguimos adelante. Las previsiones de lluvia es que no pasará nada". "Marisa" (nuestra mánager) "está allí y dice que todo despejado, sin problemas".

Eso fue ayer. Quedamos para hoy a las cuatro. Recogimos los instrumentos y emprendimos el viaje. Desde Chirivel nos advirtieron que tal vez nos encontrásemos en un gran atasco en la autovía debido a unas obras a mitad de camino. No encontramos atasco alguno. Pero unos cuarenta minutos después, nos cayó lo más grande en forma de tormenta... Ángel iba en su coche con el hijo de nuestro batería. Nosotros, el batería José Rueda, el guitarrista Carlos Muñoz, la esposa de José Rueda y yo, le seguíamos en la furgoneta. A veces es que ni podíamos ver la carretera. La lluvia era bestial. Lo curioso es que, mientras nos caían rayos y centellas encima, veíamos paisajes soleados. Según serpenteaba la autovía, o nos dirigíamos al centro de la tormenta o nos escapábamos de ella.

Llegamos a Chirivel. Descargamos el equipo. Le dije a Carlos Muñoz: este viento tiene muy mala pinta. Hablamos con la gente de allí. Dijimos: Ha llovido de la hostia mientras veniamos. Nos dijeron: "Aquí no llegará, no pasa nada". Como éramos el último grupo en probar sonido, nos dimos unas vueltas por el pueblo. Nos sentamos a tomar algo en un bar al aire libre de viejecillos que jugaban al dominó y el cielo era turbio, denso y bajo. No paraban de pasar las nubes. Pensé: "Mal rollo".

A la hora en que debíamos probar sonido, nos fuimos a montar el equipo. La brisa era ya un poco chunga y el cielo se había ennegrecido. Le dije a Carlos y Ángel: "No sé si deberíamos sacar los amplis". Carlos me dijo: "Aquí están muy confiados". Otro grupo ya estaba probando sonido. Subimos todo el material al escenario y lo dejamos preparado para, justo terminar ellos, comenzar nosotros las pruebas de sonido. Amplis, guitarras, bajo, batería... Todo listo.

Y en eso cayó la mundial. Una gota. Dos. Cuatro. Ocho... Le dije a Carlos: "Los amplis, tío"... De pronto nos estábamos dando patadas en el culo para ir escaleras abajo con los amplificadores para ponerlos a cubierto. Luego las guitarras. Entonces descubrimos que la mujer de José Rueda, nuestro batería, estaba allí en medio de la tormenta. La mujer de José Rueda, Carmen, sufre de una enfermedad degenerativa que la obliga a estar sentada en una silla de ruedas. La llevamos en volandas con la silla de ruedas incluida hasta la entrada de los camerinos.

Nos refugiamos en los camerinos y vimos el fin del mundo desde una ventana. El granizo colpeaba el techo de una especie de teatro que eran nuestros camerinos como si fuesen ametralladoras. Poco a poco, empezó a entrar en el "refugio" toda la gente. Mientras, el personal del escenario cubría de plástico amplificadores, baterías, ordenadores, guitarras... Caían tantos rayos que ni siquiera podíamos salir a la calle.

Pensé en cuando George Bush bautizó la segunda invasión de Iraq como "Miedo y horror" o algo así. Me sentí como un iraquí ante una tormenta de bombas. Era brutal oir el sonido del granizo, la lluvia extrema y todos, allí, dentro, como refugiados en el camerino.

Bebíamos, hablábamos, abríamos una ventana para mirar. Pero escuchábamos el sonido del pedrisco sobre las tejas, que a veces hacía que el edificio temblase. Así estuvimos como diez, veinte, treinta minutos.

Finalmente, todo cesó de pronto, llegaron los técnicos de sonido completamente empapados. Dijeron: "Esto se suspende. El escenario está completamente encharcado y no nos atrevemos a conectar un solo cable".

Luego llegó alguien más y nos dijo: "Estamos aislados. Hay una rambla que atraviesa el pueblo y está desbordada. Hay que esperar que el agua de la rambla cese para poder salir con los coche".

Ángel y yo salimos a mirar la "rambla"... y era bestial: lo que una hora antes era un paraje que los dos habíamos admirado por lo bucólico y demás, ahora era un río gigantesco y furioso y demencial que arrastraba todas las cosas a su paso. Era la primera riada que yo venía en mi vida. Y ver una riada es algo brutal. Una vez pasada la tormenta, la gente salía de sus casas y hacía fotos. Otros lloraban. La riada se llevó uno de esos puestos de feria en las fiestas de pueblo. la gente miraba.

Eso sucedía como a las ocho y media de esta tarde. Tuvimos que esperar varias horas a que la riada descendiese para poder atraversarla con los coches y la furgonetas. Una vez que hicimos pruebas tirando piedras para ver que la riada había descendido, decidimos regresar a Granada en lugar de pasar la noche en Chiriviel. Hemos regresado ya. Ahora suenan los truenos en Granada y ya no sé si habrá una nueva tormenta.

Para mí ha sido un día de una tensión increíble, y de la frustración de no haber tocado, y de ver tan de cerca que, cuando la Naturaleza se cabrea, no puedes pedirle diálogo.

Algo he aprendido...

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